Con el fin de rememorar y celebrar en Río Negro la gesta del 7 de marzo, proponen incluir en los diseños curriculares de todos los niveles y modalidades de la Educación de Río Negro contenidos y propuestas pedagógicas vinculadas al intento de invasión por parte del imperio del Brasil al Fuerte del Río Negro.
Según el proyecto de ley presentado por los legisladores Pedro Pesatti, Facundo López y Matías Gómez Ricca, los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial del Estado provincial, Entes Descentralizados y Empresas con participación estatal, dispondrán día no laborable para el personal con asiento en la capital provincial, todos los 7 de marzo.
La idea es rememorar cada 4 de marzo el choque de armas librado con el enemigo el 4 de marzo de 1827 a orillas de Viedma. “Nuestro propósito es recordar y homenajear a los milicianos que participaron de ese combate, del mismo modo que años anteriores el Municipio de Patagones recordara el combate de la batería en inmediaciones de ‘La Baliza’ sobre la banda norte”, señalan los parlamentarios.
Indicaron que con esta iniciativa se busca además resignificar el espacio de la desembocadura del río, para homenajear a los criollos que salieron al encuentro de aquellas fuerzas invasoras y ratificar el carácter emblemático de Viedma y Patagones en los tiempos de construcción de la Argentina Patagónica.
“Hoy se cumplen 186 años de la gesta que sabiamente Emita Nozzi calificó como la circunstancia en la cual la ‘Patagonia se bautizó de Argentina’. Las poblaciones de lo que era por entonces el Fuerte de Río Negro y reunía por igual a los vecinos de lo que posteriormente serían Patagones y Viedma, debían hacer frente al mayor desafío de toda su larga historia: una poderosa escuadra del imperio de Brasil se aprestaba a ingresar al Río Negro para invadir lo que entonces constituía “el poblado del confín del mundo”, señalan los autores en los fundamentos del proyecto.
La gesta
El pequeño fuerte sólo contaba con el auxilio de los corsarios contratados por el gobierno y los negros del “Lavelleja”, que serían los primeros en tomar contacto con el enemigo en la batería de la desembocadura sobre la banda norte del río. Corsarios, negros, los gauchos del capitán baqueano Molina, vecinos y mujeres confluyeron en una sola voluntad frente al peligro de una invasión.
El primer choque de armas se produjo a las 9 de mañana del 28 de febrero de 1827, cuando la infantería de negros del coronel Pereyra abrió fuego de cañón y metralla contra el bergantín el “Escudero” de la Escuadra Imperial del Brasil.
El barco, que enarbolaba la bandera de las Provincias Unidas para engañar a los defensores, izó la bandera de su país al ganar las tranquilas aguas del estacionario, frente al camping que actualmente administra UPCN en el camino hacia “La Baliza” y celebro su victoria.
Detrás de este bergantín ingreso una poderosa corbeta, la “Itaparica”, que traspaso la línea de la defensa sin dificultades porque ya no quedaban municiones para atender la batería ni existían otros medios para enfrentar la agresión. Atrás quedaban los caídos de nuestros defensores: dos negros libertos y el corsario Fiori de origen italiano.
Sobre el mediodía, y en plena bajante, un tercer barco intento franquear la desembocadura pero quedó varado en los bancos exteriores, impidiendo el desplazamiento de la cuarta nave que avanzaba detrás de él.
A esta altura de los hechos, y sin posibilidades de trabar combate con los invasores, la infantería se replegó en dirección al Fuerte junto a los corsarios de los comandantes Harris, Dautant y Soulin y los hombres del gaucho Molina.
Luego del choque en la desembocadura, y sin que se volviese a producir un nuevo enfrentamiento, el comandante de la corbeta nacional “Chacabuco”, capitán Jorge Santiago Bynon, es designado para ejecutar el plan defensivo, aunque no todos los vecinos están de acuerdo con la decisión adoptada por el jefe militar de El Carmen, el coronel Lacarra. Hay quienes opinan que el Fuerte no puede ser un punto de resistencia y aconsejan armar las naves corsarias para salir al encuentro de los agresores.
El informe de Melchor Gutiérrez será decisivo. Adelantado con un puñado de hombres al escenario controlado por los brasileños, Gutiérrez observa el deplorable estado que presenta la Escuadra por el desconocimiento que sus jefes tenían del río. La suerte de la “Duquesa de Goyaz”, que había varado el 28 de febrero en los bancos exteriores, era irremediable. El oleaje, y el insistente viento proveniente del mar la estaban demoliendo. A su vez, la “Itaparica” presentaba una encalladura en el estacionario. Estas novedades producen un giro en los planes: Bynon debe preparar una escuadra para pasar a la ofensiva y atacar la debilitada fuerza del comandante de origen inglés James Shepherd.
De todos modos, el desconcierto parece reinar entre los defensores. Algunos proponen, como el corsario Doutant, concentrar todas las fuerzas en Patagones y esperar a los brasileños. Otros, como Ambrosio Mitre -padre de Emilio y Bartolmé Mitre-, no confían en la fortaleza de las instalaciones y son partidarios de atacar por el río con las naves corsarias.
Nuestros pioneros no tienen un fondo estratégico para retirarse si el enemigo logra llegar al puerto. ¿Para dónde marchar? ¿Remontar el río con toda la población? ¿Internarse en el campo? A quien acudir en caso de una retirada en pleno confín del mundo? No hay muchas salidas. Con el río bloqueado en poder de los invasores y a mil kilómetros de Buenos Aires, los hombres y mujeres del Fuerte del Río Negro deben pelear por su propia superveniencia.
Pero los hechos que nos interesan destacar comienzan en este punto del relato: luego de permanecer un día en alta mar, la “Constancia” logra atravesar la barra con los sobrevivientes de la “Duquesa de Goyaz” la corbeta insignia de la expedición que se hundió en la desembocadura tras permanecer cinco días encallada en los bancos exteriores.
Sobrepasada en su tonelaje y con el peligro de varar en el estuario, el comandante de la “Constancia” decide un desembarco en las inmediaciones del que hoy se conoce como el “Pescadero” para aligerar su carga y redistribuir a los náufragos en el resto de las naves.
El propósito de los invasores era desembarcar para marchar por tierra hasta la altura del estacionario donde estaba varada la “Itaparica” y el “Escudero”. Pero un grupo de milicianos que tenían la misión de custodiar la margen sur los tomó por sorpresa. Los invasores abandonaron sus botes de desembarco y gran cantidad de pertrechos que inmediatamente fueron incendiados por los defensores.